Es difícil saber el impacto filantrópico de las organizaciones sin fines de lucro (OSFL) ante la ausencia de datos sobre su esfuerzo en Puerto Rico. Hay una falta de información considerable que hace complejo que donantes potenciales e inversionistas sociales puedan hacer un análisis estratégico.
En este momento todos enfrentamos la pandemia del COVID-19, y es cuando más vital es conocer sobre portafolios profesionales que ilustren el impacto de las entidades. Ayudaría mucho a los donantes a establecer decisiones asertivas que justifiquen la inversión.
En el 2015, un estudio comisionado por varias entidades sin fines de lucro a la firma Estudios Técnicos establece que cerca de unas 11,570 entidades están inscritas en el Departamento de Estado. Las fundaciones están incluidas, ya que son un segmento de este universo de unas 1,608 según los datos de 2019 reportados en el Departamento de Hacienda. Además, 4,500 entidades son consideradas un subsector que ofrecen servicio directo.
Es un ecosistema amplio que contribuye a la economía representando un 6.6% del producto nacional bruto. Es un sector que ha tenido la capacidad de movilizar unos 150,000 empleos (16% del empleo total) y activa más de 381,000 voluntarios.
Son organizaciones privadas que deben regirse por procesos y reglamentación para operar. Sin embargo, más allá del estudio que citamos no tenemos información que nos ayude a conocer sobre su desempeño, alcance y sus mejores prácticas. No existe un barómetro para medirlas y eso dificulta mucho las oportunidades de acceso a fuentes de fondos.
Es urgente obtener datos cuantificables que respondan a una recopilación y manejo de datos apropiados. Las entidades que logran crear bancos de datos útiles tienen la ventaja de estar preparadas para demostrar lo que hacen y solicitar con agilidad ante la disponibilidad de fondos privados existentes fuera de PR. También a las oportunidades de fondos federales que se han activado ante la crisis de la pandemia.
Las siguientes recomendaciones ayudarían a que el panorama sea más eficaz: Primero, crear un barómetro sobre mejores prácticas para las organizaciones sin fines de lucro. Este diseño y medición debe estar liderado por una entidad privada independiente y probada ante sus pares, con relación a su transparencia y desempeño.
Segundo, es necesario una entidad privada maestra con peritaje en los temas de gerencia de datos e inteligencia de negocio que ofrezca educación profesional. Es fundamental transformar la cultura organizacional sobre el manejo de los datos.
Tercero, se requiere de organizaciones valientes que quieran pensar “fuera de la caja” y que establezcan este tema como una prioridad dentro de sus presupuestos. Que su propuesta de valor incida en invertir en educación profesional y uso de una tecnología adecuada que les permita diferenciarse. Los ofrecimientos en los servicios deben ir de la mano de la medición para evaluar el impacto. Es un buen momento para presentarle a los donantes esta oportunidad de aportación económica.
Las situaciones a las que nos enfrentamos hacen indispensable evidenciar con resultados toda actividad. Requiere de equipos de trabajo, juntas de directores y coaliciones que remen hacia una misma dirección en tiempos donde hay factores externos que están fuera de nuestras manos y dependemos de adaptaciones recurrentes.
La pandemia nos ha tomado por sorpresa y a desatado una tempestad mundial. Todos los sectores debemos ejecutar, pero, necesitamos actuar con datos que permitan el trazo de tácticas y estrategias efectivas. Observen como China comenzó a controlar una vez dieron con el mejor uso de los datos sobre personas contagiadas y con ello enmarcaron la estrategia.
La realidad amerita la urgencia de datos cuantificables entre las organizaciones sin fines de lucro.
Publicado en El Nuevo Día 03-30-2020
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