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Foto del escritorMariely Rivera-Hernández

De la cultura visual al rastreo de la desinformación

Actualizado: 28 ene 2022

La pandemia y las complejidades del rastreo de contactos por COVID-19 generan una vigilancia visual sin precedente histórico.

“La pandemia es un portal”

Arundhati Roy


Bienvenidos a un mundo visualizado. La cotidianidad se transformó y solo los ojos se comunican en movimientos giratorios, ya que la mascarilla oculta la expresión general de cada rostro. Es el perfecto ejemplo de una cultura visual que se inserta en esa vigilancia visual ante el terror del contagio por COVID-19. El contacto humano se tradujo a distanciamiento físico a través de: portales digitales, mensajes de texto, chats en WhatsApp con avisos del tema del contagio por COVID-19, chirrido cibernético avisando toque de queda por celular. Asimismo, sesiones por Zoom, Facebook Lives, educación a distancia, personas exhaustas contagiadas grabando por celular sus momentos de sufrimiento a consecuencia del virus que les aqueja y haciéndolo público en las redes sociales.


Toda una representación de la cultura visual a través de videos, fotos, mensajes digitales y desinformación acerca de los datos sobre la pandemia. La erudita escritora y periodista Arundhati Roy ha planteado que la pandemia es un portal que “se ha burlado de los controles migratorios, la biometría, la vigilancia digital y todo tipo de análisis de datos y le ha pegado más duro -hasta ahora- a las naciones más ricas y poderosas del mundo, frenando el motor del capitalismo” (Roy, 2020).


Para enmarcar el rastreo de la desinformación a través de un tablero visual, es importante conocer que es la cultura visual y que impacto tiene en la experiencia humana. Las imágenes lo dicen todo, son tan poderosas que con ellas; se toman decisiones de vida o muerte, se adjudican decisiones judiciales, se eligen políticos y se adquieren bienes de producción, distribución y consumo, entre otros aspectos. Si pensaban que era apreciar una obra de arte y ver una película en el cine, resulta que eso es solo la embocadura, ya que tiene un alcance sin límites a través de la tecnología. La mejor prueba de ello es que estás leyendo este escrito a través de un puente digital que te lleva a una experiencia de cultura visual. Uno de los referentes clave para entender de qué hablamos lo plantea Mirzoeff, (2003) cuando define la cultura visual como la relación entre el espectador y la imagen a la que mira. Esa habilidad para analizar la observación que se materializa en esa relación llevó a la creación de este campo de estudio (p. 19). Esa relación se traduce en la comunicación de información tan relevante que legitima o deslegitima una realidad como la que acontece con respecto al rastreo de contactos por COVID-19. Una comunicación de información a través de símbolos y códigos como es el caso de lo que observamos a través del tablero que publica el departamento de Salud de Puerto Rico bajo la sección de Reporte del Sistema Municipal de Investigación de Casos y Rastreo de Contactos (SMICRC). Observamos números, signos, letras, infográficos. Asimismo, se observan codificaciones, simbología en leyendas, clasificaciones por colores, palabras y oraciones que comunican alguna explicación sobre los brotes reportados por municipio.



Tablero que ilustra el reporte del sistema municipal de investigación de casos y rastreo de contactos publicado por el Departamento de Salud de Puerto Rico.

En Puerto Rico se está casi al filo de un año del detente social y económico, porque no hay un mapa claro de los casos por rastreo de COVID-19. La información no es diferente con respecto a otros países, sin embargo, la aplicabilidad de la información sí es distinta. El tablero de la agencia no tiene un lenguaje atado a una campaña educativa para que las personas entiendan la información incluyendo información sensitiva que necesitan trabajar los periodistas. No existe un modelo para una cultura de datos que encause el historial y experiencia de la agencia en casos como lo experimentado con la pandemia. Esa inexistencia de un modelo de trabajo basado en una cultura de datos genera una representación en el proceso de la comunicación regida por la hegemonía de la desinformación, y por ende el descontrol del contagio del virus. Esa hegemonía se mediatiza digitalmente a través del tablero y provoca una codificación en el receptor que repercute en la falta de veracidad. Por consiguiente, se experimentan dos circunstancias: receptores que se protegen ante lo desconocido y receptores opuestos que entienden que es falso el contagio y actúan por la libre sin importar las consecuencias. En el entretanto, la información del tablero público está circulando en las noticias y como resultado de esta circulación se codifica o descodifica la comunicación en el entramado de la cultura visual. ¿De qué manera los medios de comunicación reflejan la aceptación de la información como referente legítimo? La información se convierte en una historia periodística que pasa luego a ser un suceso comunicativo, donde: “el ‘mensaje-forma’ es la expresión formal necesaria de la apariencia del suceso en su paso de la fuente al receptor” (Hall, 2004, p. 218).


El punto de conexión entre Mirzoeff y Hall está en la codificación de la desinformación y cómo circula desde la óptica del mensaje-forma hasta cómo se observa desde un tablero digital. Con la tecnología se ha desparramado la desinformación y la misma se ha naturalizado en los tableros de información de datos públicos que emergen de las páginas web, en este caso, la página web de la agencia gubernamental. Esta página es donde reside el tablero y su contenido es convertido en un producto para comunicar información desde la propia agencia. A veces emiten la información a través de un comunicado de prensa, otras veces se comunica en una convocatoria para una conferencia de prensa, y en otras instancias se informa directamente desde la configuración de los tableros. El emisor produce una información sobre los contagios y lo traduce en códigos y signos. Sin embargo, ¿quién confirma esta información?, ¿cómo saber que es información fidedigna?



Conferencia de prensa del secretario del departamento de salud, Dr. Lorenzo González en los meses de inicio del lockdown a tenor con el contagio por Coronavirus.


El dato desde el emisor


Fijar la vista en el tablero se convierte en todo un espectáculo de ilusión óptica. El aparato político y las estructuras que lo sostienen se encargan de codificar a través de números y signos el discurso sobre el rastreo de contactos por COVID-19. “Dicho de otro modo: la cultura visual no depende de las imágenes en sí mismas, sino de la tendencia moderna a plasmar en imágenes o visualizar la existencia” (Mirzoeff, 2003, p. 23).


El emisor produce una información para un tablero público que se convierte en una imagen que determina cómo visualizar la existencia del virus. Sin embargo, el receptor accede a una información confiando que es correcta, aunque no hay constancia sobre qué proceso de validación de datos se realizó, tampoco cómo se entran los datos en la programación del tablero. El tablero erige toda una cultura visual a través de un mapa virtual que tiene coloreado las regiones municipales bajo el concepto de leyenda e ilustra una clasificación de la información entre las categorías de: cantidad de brotes; brotes abiertos; brotes cerrados. Hay un segundo componente del tablero que emite información por variables de brotes divididas entre: viajeros; laboral; social; familiar, escenario mixto que se clasifican por categorías como casos iniciales; contactos identificados; casos totales asociados.


Todo va girando en torno al dato, que es la representación de una variable que no trabaja sola. Está insertada en un software que controla la información. El dato, por ejemplo, alfabético, algorítmico, espacial se manifiesta como cualitativo o cuantitativo provocando que su emisión produzca un comportamiento o actitud que transcurre desde la tranquilidad hasta la angustia ante un acontecimiento, en este caso el tema del rastreo de contactos por COVID-19.


Ahora bien, el tablero y los datos que ilustran parten de este centro de mando; el software. La agencia gubernamental, al igual otras agencias de gobierno han suscrito contrato de servicios con la compañía Microsoft, empresa desarrolladora de softwares a nivel mundial, que produce, distribuye y circula productos de software para satisfacer las necesidades de muchísimos clientes. En este caso, la plataforma en la que corre el tablero está administrada por esta empresa. En momentos de crisis como lo es la pandemia por COVID-19, se solidifican los fundamentos ideológicos y tecnológicos del uso del software. Manovich (2013) argumenta sobre las interfaces que se producen para distribuir y circular soluciones de productos que llevan a convertirse en mutaciones de soluciones como lo son los softwares:


“All these software mutations and new species of software techniques are deeply social-that they don’t simply come from individual minds or from some ‘essential’ property of a digital computer or a computer network. They come from software developed by groups of people, marketed to large numbers of users, and then constantly refined and expanded to stay competitive in relation to other products in the same market category” (Manovich, 2013, p. 32).

El dato representado en el tablero codifica nuestra cotidianidad.

A base de esto, queda el cuestionamiento de quien controla los datos y cómo se analizan. El dato es la representación simbólica constante en el tablero. Se convierte en el símbolo de una codificación que rige la cotidianidad y la toma de decisiones políticas acerca de la vida de las personas con especial enfoque en el estatus de la salud pública frente a la amenaza del COVID-19 entre la población. Los datos que impactan los resultados de un tablero de información determinan ordenes ejecutivas que repercuten en: el cierre de negocios; horarios de acceso a servicios; protocolos de prevención; modalidades de la educación primaria, secundaria y universitaria; trabajo remoto; recreación y tiempo libre; restricciones en los comercios, formas de relacionarse en familia y comunidad; imposición de toque de queda; modalidad para la atención médica; actividades públicas, restricción en los rituales familiares como cumpleaños, nacimientos, funerales, entre otros.


La información que reporta el tablero cambia de cada dos a tres días y con ello el estatus del contagio por COVID-19. Es interesante que la información reportada no es del día al corriente, es de lo que sucedió una semana atrás. Ese desfase pone al descubierto que a pesar de tener un software aglutinando información, el proceso de recopilación de datos no va al ritmo de las capacidades instantáneas del software. El desfase plantea una mutación de múltiples desfases en la carrera por controlar la propagación del virus, porque atrasa la puesta en acción de cualquier plan de prevención. Han pasado muchos meses y aún no se manifiesta una tendencia del control del virus. Los datos que recopilan no se traducen en acciones concretas que establezcan un detente del contagio. La expectativa de un tablero es comunicar datos que permitan visualizar una información. Los tableros producen un sistema de significación y son alimentados por cómo y quien aglutina los datos. A su vez esos datos se convierten en un lenguaje de programación que genera causa y efecto. Para propósitos de la cultura visual los datos manifiestan información bidireccional que provocará un resultado tanto desde o para el emisor y el receptor. Dicho esto, recordando el planteamiento de Roy sobre “que la pandemia es un portal” lo que se hace viral además del descontrol sobre los rastreos de contactos por COVID-19, es la posibilidad de que el descontrol sea naturalizado para mantener una necesidad de consumo atemperada en productos y servicios (Roy, 2020). Mientras tanto, el software es quien controla o descontrola la pandemia y esto a su vez resalta inequidades.



La desinformación acerca del rastreo de contactos por COVID-19 amplifica la inequidad entre los receptores de la información.

El receptor de la información


El pasado mes de abril el Centro de Periodismo Investigativo presentó una reveladora historia donde exponía que los datos que la agencia estaba revelando no eran veraces Valentín Ortiz & Minet, (2020) argumentaban que la agencia representada por el secretario de salud manifestaba que no tenían datos confiables. Para ese momento la orden ejecutiva emitida por la gobernadora Wanda Vázquez Garced, que establecía un “lockdown” cumplía un mes de iniciada. A esos efectos, la agencia gubernamental no contaba con un mecanismo básico para evidenciar los casos reportados de los contagios y sus respectivas clasificaciones. El trabajo de investigación periodística afirmaba: “El CPI reveló esta semana que el Departamento de Salud carece de un proceso efectivo y centralizado para recibir e informar los resultados de las pruebas rápidas, lo que ha impedido hasta ahora que la agencia pueda dar información confiable” (Valentín Ortiz & Minet, 2020). En esta instancia el receptor fue un medio de comunicación periodístico que hizo las preguntas profundas. Sin embargo, a pesar de que esta aseveración revelada por el medio estaba centrada en información sobre los resultados de las pruebas para detectar el virus, la constante ha sido que la información que produce la agencia no es confiable. El ente gubernamental no ha tenido la capacidad de presentar un estatus real sobre los contagios. Por consiguiente, se afecta la pureza de la desinformación acerca del rastreo de contactos por COVID-19.


Plantear esta realidad obliga a resaltar el significado de la desinformación. La Real Academia Española (RAE) establece que tiene tres significados: “la acción y efecto de desinformar; la falta de información; y la ignorancia” (Real Academia Española, 2020). En el portal digital de la agencia se establece que su misión es “Propiciar y conservar la salud como condición indispensable para que cada ser humano disfrute del bienestar físico, emocional y social que le permita el pleno disfrute de la vida y contribuir así al esfuerzo productivo y creador de la sociedad” (Departamento de Salud de Puerto Rico, 2020).


Esta agencia gubernamental es la estructura de mayor jerarquía para proveer la salud de los ciudadanos en Puerto Rico. Es la dependencia de gobierno que recibe el tercer bloque de fondos más grande bajo el presupuesto consolidado a nivel estatal en Puerto Rico, según el más reciente informe publicado por el gobierno de Puerto Rico. Si el receptor no tiene información confiable, se desencadena una desinformación que termina siendo detrimento ante los receptores, la prensa y la ciudadanía.


El alcance de la crisis de salud pública por contagio de COVID-19 y el detente de la cotidianidad de la vida de los ciudadanos requiere el mayor dominio de la información por parte de la dependencia de salud en cualquier país o región mundial. La demostración de la agencia gubernamental socaba la veracidad de la información sobre el virus.

La prensa es receptor y emisor sincrónicamente de información sensitiva sobre la pandemia y el estado de la salud pública.

Como resultado, la prensa es receptor y emisor de forma sincronizada. Veamos un ejemplo concreto, a mediados del mes de octubre fueron publicadas tres noticias en El Nuevo Día producidas por la periodista Marga Parés Arroyo. En la noticia del 8 de octubre Parés Arroyo (2020) destaca que en la mayoría de los casos reportados se desconoce o no se informan contactos asociados, mientras en los que sí hay rastro se identifica origen familiar. De esta información se desprende que luego de siete meses desde que comenzó el “lockdown” no hay una estructura sólida sobre el proceso del rastreo por contactos. Subsiguientemente, el 11 de octubre Parés Arroyo (2020b) publica otra nota periodística que informa de un plan de trabajo propuesto por el Recinto de Ciencias Médicas que tendría como objetivo encausar un estudio de prevalencia para entender los factores de riesgo en términos de lugares y conductas que fortalecería la estrategia de rastreo de casos.


Una tercera nota periodística fue publicada por Parés Arroyo (2020c) 14 de octubre, divulgando la preocupación entre los médicos, que basándose en un reporte que consigna casos por COVID-19 entre el 12 de septiembre al 11 de octubre, plantea que los datos sobre rastreo por contactos indican que el alza en la mayoría de los casos proviene de contacto familiar. En menos de una semana, la información sobre el tema de rastreo de contactos por COVID-19 no era precisa, y revelaba una cobertura de apreciaciones diferentes acerca del rastreo por contactos: la primera divulga que no se sabe cómo se están manejando los rastreos, la segunda informa sobre un estudio de prevalencia que iniciaría la academia, y la tercera advierte que los casos se han disparado, y que lo que se obtuvo en datos indicaba que la procedencia de la infección era de origen familiar.


Mientras tanto, el tablero que publica el departamento de Salud continuaba ofreciendo una información visual que ilustraba cambios en los datos ofreciendo información con una semana o dos de atraso. ¿Cuán legítima es la representación digital de la información publicada en el tablero? La legitimidad se pone en juego con el resultado de un tablero de información que no es confiable. La cadena de eventos que se ha generado conduce a una producción y circulación de información en los diarios periodísticos que articulan una tecnología visual de rápido acceso y alcance fundamentada en imprecisión y es así como se consume la desinformación.


La desinformación se ha convertido en la enfermedad social del coronavirus. Si el virus es el mal para la salud pública de las personas, la desinformación es el mal del propio virus. Es una falsa representación de la verdad. Una representación que mediante códigos se encarga de legitimar para que funcione el engaño. El modelo de codificación y descodificación fundamentado desde la desinformación, acerca de los datos, plantea un reto para los procesos mediáticos, porque el consumo de la información crea caos e incertidumbre. Es una desinformación que genera una pandemia dentro de la pandemia, ya que no ha tenido una dirección ni un control sistemático que refleje información certera sobre el rastreo de contactos por COVID-19.


El punto de inflexión es la pérdida de confianza a raíz de la desinformación. Estamos hablando de un virus letal que ha detenido la vida del mundo entero y que en Puerto Rico se agrava la cotidianidad con la pandemia, siendo un país con golpes profundos advenidos por el embate de los huracanes Irma y María en el 2017, y posteriormente terremoto y replicas. Mientras tanto, la desinformación se convierte en el sistema de representación a través de los procesos mediáticos codificando la desconfianza.


Esta verdad silenciada es un discurso implícito que exhibe una representación de poder para privilegiar a unos sectores. La inexistencia del control del rastreo de contactos por COVID-19 privilegia a los sectores de venta y distribución de pruebas y equipo y resta derecho a la seguridad de muchos ciudadanos y poblaciones desventajadas. La desinformación privilegia a los que tienen recursos, en cambio, desprotege a los que no tienen recursos económicos y afianza la inequidad.


La pandemia es un portal y la desinformación es lo que hace de este portal uno incierto para la cotidianidad. Hay presente y futuro para el estudio de la cultura visual, observando con agudeza y erradicando la mutación de la desinformación. Este ensayo es dedicado a mis familiares y amigos: Carolina, María, Laura, Margarita, Rey, Débora e Inés; sobrevivientes de COVID-19 y que en la mayoría de los casos nadie llamó para rastrear su contagio. Solo a dos de ellos se les dio seguimiento como consecuencia de haber sido hospitalizados, y posteriormente les fue abierto un expediente para rastreo. Abre tus ojos.


Bibliografía


Departamento de Salud de Puerto Rico. (2020). Nuestras Funciones (Video). http://www.salud.gov.pr/Dept-de-Salud/Pages/Nuestras-Funciones–Video.aspx


Hall, S. (2004). Codificación y descodificación en el discurso televisivo. CIC. Cuadernos de Información y Comunicación, 9, 215–236. https://revistas.ucm.es/index.php/CIYC/article/view/CIYC0404110215A


Manovich, L. (2013). Media After Software. Journal of Visual Culture, 12(1), 30–37. https://doi.org/10.1177/1470412912470237


Mirzoeff, N. (2003). ¿Qué es la cultura visual? Una introducción a la cultura virtual (1. ed). Paidós.


Parés Arroyo, M. (2020a, octubre 8). COVID-19 Incógnitas en los contagios. El Nuevo Día, 20.


Parés Arroyo, M. (2020b, octubre 11). Harán estudio de prevalencia para conocer más del virus. El Nuevo Día, 12.


Parés Arroyo, M. (2020c, octubre 14). Preocupa el alza de intensivo. El Nuevo Día, 6.


Real Academia Española. (2020). Diccionario de la lengua española | Edición del Tricentenario. «Diccionario de la lengua española» – Edición del Tricentenario. https://dle.rae.es/


Roy, A. (2020, de abril de). La pandemia es un portal. La Jornada. https://www.jornada.com.mx/ultimas/mundo/2020/04/12/la-pandemia-es-un-portal-9285.html


Valentín Ortiz, L. J., & Minet, C. (2020, de abril de). Las matemáticas de Salud están mal. Centro de Periodismo Investigativo. https://periodismoinvestigativo.com/2020/04/las-matematicas-de-salud-estan-mal/

 

Escrito publicado en Culturas Digitales.


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